Por José María Leiva Leiva
Cuenta la leyenda (anónimo) que, una vez, una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Esta huía rápido, con miedo de la feroz depredadora, y la serpiente no pensaba desistir. Huyó un día, y la serpiente no desistía… Dos días y nada… Ya en el tercer día, y sin fuerzas, la luciérnaga paró y dijo a la serpiente: ¿Puedo hacerte tres preguntas? No acostumbro dar este último deseo a nadie pero como te voy a devorar, puedes preguntar…
¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? No. ¿Yo te hice algún mal? No. Entonces… ¿Por qué quieres acabar conmigo? Porque no soporto verte brillar… Muchos de nosotros nos hemos visto envueltos en situaciones donde nos preguntamos: ¿Por qué me pasa esto si yo no he hecho nada malo, ni daño a nadie? Sencillo es de responder… ¡Porque no soportan verte brillar!…
Cuando esto pase, no dejes de brillar, continúa siendo tu mismo, continúa y sigue dando lo mejor de ti, sigue haciendo lo mejor, no permitas que te lastimen, no permitas que te hieran, sigue brillando y no podrán tocarte… porque tu luz seguirá intacta. Tu esencia permanecerá, pase lo que pase… Se siempre auténtico, aunque tu luz moleste a los predadores.
En el libro “El Don de la estrella”, Og Mandino, apunta a demostrar que todos, aunque en ciertos momentos no lo creamos, somos capaces de encontrar un rayo de luz en medio de una tormenta. Para llegar a esa afirmación, el autor señala que, mientras hay personas que tienen tendencia a ver el lado negro de las cosas, hay otras que prefieren fortalecerse frente a un infortunio e intentan descubrir allí alguna enseñanza buena. En este marco, los primeros suelen rendirse pronto y resignarse ante los problemas, mientras que los demás interpretan las malas épocas como periodos de aprendizaje que, desde el dolor, pueden llevarlos a ser más sabios.
A juzgar por Og Mandino, “el don de la estrella palpita en nuestro interior” pero, para ver brillar la luz cuando el cielo está lleno de nubarrones, es necesario tener confianza en si mismo y fe en los demás. En este sentido leemos: “Nada puede dañarte, solo tu mismo. Se celoso de tu tiempo, porque es tu mayor tesoro. Todos los grandes éxitos resultan de trabajar y saber  perseverar. Nunca culpes a los demás por tu situación; eres lo que eres por decisión tuya.
Trabaja todos los días como si fuera el primer día del resto de tu vida y trata con ternura las vidas que tocas, como si todas debieran acabarse a media noche. Ama a todos, incluso a los que te repudian, el odio es un lujo que no puedes permitirte. Aprende que el que da con una mano recogerá siempre con las dos. Por encima de todo recuerda que se necesita muy poco para llevar  una vida feliz. Camina siempre adelante.
Aférrate a la vida con sencillez y recorre en silencio tu sendero hacia la eternidad, con caridad y una sonrisa. Todos tenemos un poder especial: La facultad de elegir. Da algo de ti mismo cada día al mundo en que vives, y tu vida aquí estará llena de armonía, satisfacción y amor. No es necesario que seas rico o famoso o un genio para cumplir tu propio destino, todo lo que tienes que hacer es utilizar tus facultades lo mejor que puedas.
La lucha es el único seguro para cualquiera que debe desarrollar toda su capacidad. La adversidad no es una maldición; es una bendición. Las personas más brillantes son las que han pasado por la prueba y no se han derretido en el crisol de la tribulación”. Enseguida ten presente las enseñanzas de todo campeón: Construye tu propia personalidad. No imites, cree en ti. Se valiente… para ganar hay que arriesgar. Se el mejor en lo que haces. Destaca… haz lo difícil.
Para ser campeón, hay que parecer campeón. Busca trascender… deja huella. Busca oponentes fuertes, son los que te hacen crecer. El éxito genera más éxito, no te duermas en tus laureles. Apunta alto… a las estrellas. Siempre alerta a los nuevos desafíos. La disciplina te mantiene en la cúspide. Date a conocer, que sepan de ti. Cuida tu imagen. Mantente en la cumbre. ¡Pon pasión en lo que haces! Y por último considera las lecciones que deja el episodio del arca de Noé, adaptándolo a tu conveniencia, según sean tus creencias: No pierdas el barco. Recuerda que todos estamos en él.
Planea con tiempo. No estaba lloviendo cuando Noé construyó el arca. Mantente en forma.  Cuando tengas 60 años, alguien podría pedirte hacer algo realmente grande. No hagas caso a las críticas; solo has el trabajo que debe ser hecho. Finca tu futuro en tierra alta. Por seguridad, viaja en pareja. Recuerda, el arca fue construida por principiantes, el Titanic por profesionales. No importa la fuerza de la tormenta, cuando estás con Dios, siempre hay un arcoíris esperándote.

Via: http://www.latribuna.hn/

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