Mario E. Fumero
 Estamos cansado de que se enfatice de forma extrema los derechos humanos y de los niño, sin que podamos armonizar estos derechos con los deberes civiles y sociales. Es por ello que es tiempo de enfrenta, hasta donde podamos, el énfasis extremos que se hace a los mismos, sin definir los parámetros sobre los cuales adquirimos estos tan sonado “derechos”.

Todo derecho esta sujeto a un deber. De igual forma, toda libertad tiene un límite. Benito Juárez, el gran prócer mexicano afirmó que tú libertad termina, cuando la mía comienza. Nadie puede invadir el terreno de otro, y nadie puede socavar el derecho de los demás, abusando del suyo. Además, para obtener un derecho, como ciudadano, padre, hijo o cristianos, debo cumplir con una tarea, misión o responsabilidad.

Veamos pues algunos derechos y sus bases de deberes. Tengo derecho a comer, a vestir, y a un hogar digno, pero para ello, debo primero trabajar y obtener con honestidad “el pan nuestro de cada día”. Pero el derecho a la subsistencia alimentaria no puede justificar el que robe, mate o cometa actos corruptos, porque debemos actuar conforme al orden divino establecido. Si alguien no trabaja por pereza, entonces que no coma (2 Tesalonicenses 3:10).

Tenemos derecho a denunciar lo incorrecto, pero no podemos usar la calumnia, ni la mentira para atentar contra la moral y la dignidad de una persona. Tengo derecho a que se respete mi intimidad, pero a su vez, debo respetar la intimidad de otros. De igual forma tengo el derecho a la libre circulación, pero no debo impedir la circulación de otras personas, y debo respetar las leyes que limitan ese derecho, obedeciendo las leyes civiles y de tráfico.

Tengo derecho a ser respetado y tratado humanamente, pero de igual forma debo respetar y proceder correctamente con los demás. Tengo el derecho a un sueldo digno, y denunciar la explotación, pero no tengo derecho a dañar la producción, ni afectar el trabajo de otro para mi propio beneficio. Debo respetar, y trabajar no sirviendo al ojo, sino como al Señor (Colosenses 3:22).

Como padre tengo derecho a gobernar mi hogar, sin abusar de la autoridad, y ejercer una disciplina correctiva hacia mis hijos, sin que se me anule el poder para castigarlos, siempre y cuando no produzca daños o agresiones físicas a los mismos. Tengo derecho a regular sus movimientos, amigos y estudios y frenar el que sean instrumentalizados para acciones contrarias a la moral o el buen vivir.

Tengo derecho de gozar de todas las prestaciones sociales y laborales otorgadas por las leyes, siempre y cuando cumpla con los deberes que han sido señalados como condicionantes para ellos.

En fin, cuando cumplimos los deberes familiares, civiles o laborales, automáticamente adquirimos los derechos que determina ese deber. Esa es la vida, no hay derecho, si primero no cumplimos los deberes, y por lo tanto, hay que poner los deberes primero que los derechos. Cuando proclamamos derechos sin exponer los deberes, estamos poniendo la carreta delante y los bueyes detrás. La lógica y la ley natural determinan estos principios y debemos respetarlos y dejarnos de tanta proclama coja, y colocar cada cosa en su lugar.

Via: http://contralaapostasia.com/

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